La otra mirada...

3.8.06

Bailando en el Titanic

En la fría noche el Titanic avanza hacia la tragedia. Algunos marineros intentan avisar al capitán que han divisado un iceberg, que el peligro de colisión es grande, pero que puede evitarse modificando el rumbo.
El capitán, en medio del fastuoso baile en el salón principal, les reclama que se callen, que no alarmen al pasaje con sus pronósticos, que él conoce los peligros del trayecto y que sabiamente guiará el barco a buen puerto.
Mucho antes de que la colisión sea inminente, empiezan a advertirse señales de que algo anda mal.
Empieza a fallar el suministro eléctrico, debido a la falta de combustible. Ya algunos ingenieros habían advertido antes de zarpar que si no se liberaban sus precios, no habría combustible suficiente para completar la travesía: nadie estaría dispuesto a suministrarlo a pérdida. Ante los primeros bajones de tensión, el Capitán prefiere adquirir combustible de otros buques a tres veces el precio al que podrían producirlo sus propios ingenieros, antes que admitir su error. La compra se financia con la venta subrepticia de parte del equipaje, que va a engrosar las arcas de algunos capitanes que ejercen la tiranía sobre su propia tripulación. Así y todo, los apagones en el Titanic se tornan cada vez más frecuentes, y ante la alarma de los viajeros, el Capitán elude su responsabilidad aduciendo que los desperfectos se deben a la picardía de algunos saboteadores, a los que pronto encontrará y les impondrá castigo. La mujer del Capitán ordena que se reanude la fiesta, que se suba el volumen de la música, se sirvan nuevos manjares y se doble la potencia de las máquinas. El pasaje continúa los festejos, disfruta del baile y mira desconfiado a los marineros que pretenden aguar la fiesta con sus negros augurios.
Un rato más tarde, los pasajeros de la tercera clase comienzan a advertir que, por falta de mantenimiento (el dinero destinado a esos fines se dedicó a financiar la fiesta en la cubierta principal), el agua comienza a filtrarse por el casco. Enterado de la creciente preocupación de los viajeros de la clase económica, el Capitán manda a robar bienes de los camarotes de primera clase y los reparte entre los ocupantes de los niveles inferiores del buque para que permanezcan en calma.
Horas más tarde el desastre se torna inevitable, no sólo el iceberg está demasiado cerca, sino que las máquinas colapsan y barco comienza a inundarse por las filtraciones del casco, por lo que modificar el rumbo es ya imposible.
Al advertir la situación, los pasajeros finalmente toman conciencia de la irresponsabilidad del capitán, toman nota del saqueo de sus camarotes, y salen a buscar a los responsables del inminente desastre.
Es en vano, puesto que el Capitán, su esposa y los principales oficiales hace tiempo que han abandonado el barco en los botes salvavidas.

1 Comments:

Blogger Daniel Pecheny said...

Muy bueno. Lamentablemente, todo parecido con la realidad no es ninguna coincidencia.

3:29 a. m.

 

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